Tolvanera / Sin miedo

AutorRoberto Zamarripa

No es poca cosa la decisión de la próxima semana. La reñida competencia desatada en este semestre da cuenta no sólo de la intensidad política que vive el País y de una inédita situación democrática: no es el PRI, aquel partido que gobernó por 70 años, el eje de las decisiones fundamentales ni el protagonista central de la contienda.

Que el debate político-electoral esté centrado en dos grandes fuerzas crecidas históricamente en la Oposición, marcadas en distintas formas por el fraude electoral del priismo autoritario, y conformadas al calor de la persecución política y la exclusión, es sin duda una gran voltereta en el escenario democrático.

A pesar de que el mentado voto útil del priismo pueda definir la cerrada contienda de la próxima semana, eso no ensombrece el hecho mayor. México ha cambiado en sus coordenadas democráticas muy a pesar de las demonizaciones de sus protagonistas.

Ambas fuerzas, ahora condensadas en el PAN y el PRD, han crecido en el último cuarto de siglo sobre rieles similares. El PAN expandió su fuerza sobre todo después de los fraudes electorales en el norte del país en el primer lustro de los años ochenta. Ahí consolidó una fuerza política y encarnó en un liderazgo que le cambió la cara a un partido conservador en su doctrina y en su conducta. Manuel J. Clouthier catapultó al panismo hacia una política agresiva y decidida.

En esa línea confluyó con la maduración de un proceso político que unificó a la izquierda partidista mismo que coincidió con la escisión del PRI en 1987. La candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas promovió a la izquierda como una opción real de gobierno que en 1988 colocó en crisis al sistema tradicional de partidos del país.

Esas fuerzas cosechan sus frutos. Una ya en el gobierno, con Vicente Fox y otra con ganancias regionales y el Gobierno de la Ciudad de México. Sus pasos por el Gobierno han suscitado problemas y también beneficios pero en ningún caso nos han llevado a la catástrofe.

Hoy, ambas fuerzas contienden por la Presidencia y hacen que el priismo, otrora mandamás, se convierta en parásito y quede a expensas de la derrota de cualquiera de los dos bloques conocidos genéricamente como de derecha e izquierda.

Sin embargo, y más allá de la política, la elección del 2 de julio puede marcar un drástico cambio histórico que rompa con una ola neoconservadora en la forma de organizar a la sociedad y diseñar sus estrategias económicas.

Para algunos, el último cuarto de siglo fue de gloria, de auge y de...

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