Tras los hijos del Sol

AutorCecilia Núñez

En una semana por el sureste de Perú, el diario de viajes se fue llenando de descripciones de antiguas ciudades de piedra, parajes naturales y rostros sonrientes de quienes habitan a casi 4 mil metros de altura, en comunidades que profesan un profundo respeto por la naturaleza que les rodea.

No hubo un instante de este itinerario por el Perú andino que no quedara tatuado en la memoria: caminar entre los callejones empedrados de Cusco, subir y bajar las antiquísimas escalinatas de Machu Picchu, surcar las aguas del Titicaca, el lago navegable más alto de mundo, explorar islas remotas, conversar con hombres que honran su cosmogonía ancestral adorando al Taita Inti, el padre Sol, y a la Pachamama, la madre Tierra...

Día 1

A devorarse Lima

Huele a mar. Respiro profundo y siento el aire denso, húmedo. Después de seis horas de vuelo desde la Ciudad de México, la emoción de iniciar la travesía por tierras incas hace que el cansancio desaparezca e incita a explorar la ciudad que sólo figura como punto de partida.

Tengo apenas 12 horas para devorar Lima. Opto por hacerlo literalmente: en una ruta gastronómica para descifrar la raíz del boom de la cocina peruana en el mundo.

Comienzo por el mercado de Surquillo, un laberinto de sabores y aromas donde hay más de 600 tipos de frutas, 4 mil variedades de papas y una gran diversidad de verduras, especias, pescados y mariscos recién salidos del mar. Es aquí donde se abastecen igual las amas de casa que los más renombrados chefs para hacer su alquimia en la cocina.

En mi frenético andar, voy de un restaurante a otro: desde los que sirven recetas tradicionales con toques contemporáneos, como el Sacha o el Malabar, hasta el santuario de los cebiches, Chez Wong, un restaurante de culto y casa del "el maestro del cebiche", EL chef Javier Wong.

Más allá de sus sabores, descubro el encanto de esta urbe también en sus casitas pintadas en colores vivos que contrastan con el gris del cielo, en los edificios del Centro Histórico, con sus ostentosos balcones tallados en madera y en el malecón del barrio Miraflores, donde rompen las olas de este mar frío color plata.

No hay duda de que aquí convergen los rostros, las culturas, las fiestas y los sabores de Perú.

Me tienta la idea de quedarme a disfrutar sin prisas de un pisco sour en el legendario Bar Cordan -inaugurado hace más de 100 años en el Centro Histórico y declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO-, pero no es momento de cambiar los planes...

Toma nota: Lima tiene cinco barrios o distritos principales, de diferentes personalidades y gran riqueza cultural. Reserva unos días para vivir el ambiente bohemio en los cafecitos del barrio de Barranco, dar un paseo en el Parque del Amor o ir de compras al Centro Comercial Larcomar, en el moderno barrio de Miraflores.

Día 2

La ruta del Valle Sagrado

Una hora de vuelo de Lima a Cusco, y el paisaje se reinventa: los Andes dejan ver todo su esplendor bajo un cielo despejado, y los valles vírgenes sólo se interrumpen por un conjunto de casitas de teja que anuncian que estamos ya cerca de la ciudad.

La elevación también cambia. Del nivel del mar, ascendí hasta los 3 mil 399 metros. Ya me habían advertido sobre el "mal de altura" o soroche, como se dice en quechua, que se manifiesta con mareos, náuseas o dolor de cabeza.

Un bombardeo publicitario presenta...

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