Con un triste olor a muerte

AutorMiguel Angel Granados Chapa

Fue una sesión funeral:se entonaron las exequias de Carlos Castillo Peraza, miembro dos veces de esa Cámara, al mismo tiempo en que recibía homenajes en la capilla ardiente. El honor luctuoso alcanzó también a otro ex diputado, Jesús Cancino Casahonda, muerto la víspera en su Chiapas natal. Y un triste olor a muerte se esparció desde la tribuna cuando el PRI cometió filicidio al poner fin a los días de su criatura, el Renave concesionado.

Ocho oradores cantaron los méritos -uno, impertinente, sincero, también los deméritos-del político muerto en Bonn la semana pasada. Pudo ser un número menor. Pero además de los grupos parlamentarios quisieron dejar su testimonio los paisanos de Castillo Peraza: fieramente enfrentados en las urnas en Yucatán, un panista y un priista llegados de esas tierras aplazaron esta vez los enconos para ofrecer la perspectiva peninsular de Castillo Peraza, que no necesitó pisar con frecuencia el suelo en que nació para tenerlo siempre a flor de labio, a flor de piel.

Con mucho, por mucho, el responso principal fue el de Felipe Calderón. Ya más temprano, en su artículo de Reforma (por lo cual le pidió perdón, dada la riña unilateral librada por Carlos contra este periódico), el coordinador de los diputados panistas había hecho a Castillo Peraza una suerte de confesión filial:"a la muerte de mi padre tú fuiste mi principal asidero filosófico, político, humano". Desde ese lugar hablaba Calderón, no sólo desde el sitio en que el político traza el perfil de su igual fallecido, sino desde una especie de orfandad. Aquí y allá lo traicionaba alguna inoportuna quebradura de la voz, quizá un sollozo elegantemente sometido.

De todos cuantos elogiaron a Castillo Peraza, su antecesor en la presidencia del PAN, nadie como Calderón sintió lo que dijo, porque más que ninguno vivió de cerca al personaje. El relato de su vida tuvo, así, no sólo la precisión documental requerida sino también el impulso emocional y aun estético que correspondía al sujeto del discurso. De allí que brotaran, desde un lugar donde a veces fluye el insulto y el desprecio, nombres y líneas de poetas:Elliot, Paz, Sabines, Cabral del Hoyo y Cavafis. De éste, el mayor griego de nuestro tiempo, Calderón recogió su deseo: "Cuando salgas rumbo a Itaca, ruega que el viaje sea largo y rico en aventuras y experiencias".

Ex alumno de maristas, como el homenajeado, el priista Fernando Ortiz Arana fue el segundo orador. Lo es al estilo antiguo, con voz impostada, propia...

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