Se va un ícono

AutorAlejandra Carrillo

Los músicos, los dueños y los clientes envejecieron. Esa es la razón principal por la que según Roberto Rodríguez, dueño del espacio junto con Rigoberto Esqueda, el Salón Veracruz cierra sus puertas después de 38 años de historia.

El Salón no volverá a ser el hogar de los amantes del baile y el salón, y se siente como si una parte de la Ciudad se fuera también con él.

Días después de darse a conocer la noticia, en un restaurante de mariscos, Roberto platica en una mesa con el dueño del edificio que rentaron durante todo ese tiempo para hacer realidad al sitio. En la mesa están también tres muchachos jóvenes, sus nietos, que le proponen nuevos conceptos que proyectan para cuando pase la contingencia del coronavirus.

Roberto extrañará todo. A este lugar le dedicó muchos años de trabajo, mortificaciones y alegrías. Cuando recuerda suspira y entre risas dice que tiene tantas historias como para hacer un libro.

Lo que más le hace sentir orgulloso es que el Salón Veracruz fue en su momento uno de los lugares más limpios de Guadalajara, con un ambiente familiar en el que todos cabían.

Lo dijo varias veces: la imagen. La imagen que proyectaron del espacio que se volvió icónico para varias generaciones gracias a la música tropical y otros ritmos latinos.

El Veracruz vio la escena nocturna tapatía transformarse hasta que no tuvo más cabida en ella.

Una historia marcada por la clientela

En 1982 el Veracruz fue un lugar innovador. En su tiempo la zona en la que se encuentra, en la Colonia Mexicaltzingo, muy cerca del núcleo Agua Azul, ahora semi abandonado, hervía de gente.

Los primeros clientes pertenecían a la clase obrera, mecánicos, oficinistas, incluso trabajadores del mercado San Juan de Dios y el de Abastos, venían por la noche a tomar cervezas, bailar y con suerte, ligar.

Al Salón Veracruz lo inauguraron originalmente Jorge Mocazada, Pepe Lara y Salvador Estrada y dos años después Roberto Rodríguez y Rigoberto Esqueda, conocidos como los Betos, se hicieron socios y luego compraron el resto las acciones para manejar el lugar según su visión.

Ellos tomaron decisiones para cambiar la primera imagen. Se reservaban el derecho de entrada a los trabajadores que iban con su ropa de trabajo, para que vinieran personas de otros estratos sociales.

Impusieron también la tradición que perduró hasta el último día: dos bandas completas en vivo, incluso clases con bailarines profesionales a quienes invitaban para que la pista nunca se viera sola.

Roberto...

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