Las vacas locas no tienen cementerio

AutorSteve Stecklow

Redactor de The Wall Street Journal

BLYTON, Inglaterra - En un corral prefabricado con vista a este pueblo rústico yacen los restos de la crisis europea de las vacas locas: una enorme montaña de ganado pulverizado.

Este es uno de los 15 sitios donde se almacenan restos de animales, esparcidos por el Reino Unido. Actualmente, albergan 450.000 toneladas de restos de ganado que fueron molidos y secados para convertirse en un polvo marrón similar al aserrín, conocido como harina de hueso.

En un esfuerzo por detener la expansión del mal de la vaca loca, la enfermedad que afecta al cerebro, que ha infectado a más de 177.000 vacas británicas y que ha sido asociada con la muerte de 80 personas, Gran Bretaña ha estado sacrificando ganado a escala masiva.

Para los países latinoamericanos exportadores de carne vacuna, como Argentina, Brasil y Uruguay, el mal de la vaca loca podría resultar favorable. Por un lado, significaría una oportunidad para ampliar las ventas. "Seremos beneficiados a mediano y largo plazo porque los consumidores europeos preferirán la carne del ganado alimentado con pasto, que es más saludable", dice Jerry O'Callaghan, gerente de exportaciones del frigorífico brasileño Friboi.

La previsión de la Asociación Brasileña de las Industrias Exportadoras de Carne es que el volumen de exportaciones aumente un 25% este año. Por otro lado, con la prohibición del uso de harina de carne para alimentar al ganado, es necesario que Europa obtenga sustitutos, como la harina de soya, un rubro clave para países del Mercosur, como Argentina, que es el mayor productor mundial.

Pero en Europa, el panorama es oscuro. Desde 1996, cuando los científicos se dieron cuenta de que la enfermedad aparentemente podía ser transmitida a los humanos, unas 4,75 millones de las vacas más viejas, las que están en mayor riesgo de contraer el mal, han pasado por el matadero y se han convertido en harina de hueso, tan sólo en Inglaterra.

Supuestamente, se queman los restos y las cenizas son enterradas en basurales. Pero los incineradores británicos no dan abasto. Cada semana, entre 20.000 y 30.000 de las vacas más viejas continúan siendo desechadas y sus restos, convertidos en polvo, son transportados en camiones de remolque hacia los depósitos de harina. Los funcionarios calculan que les llevará otros tres años a los incineradores antes de que puedan ponerse al día con el trabajo atrasado, y aún en ese momento continuarán las matanzas.

"No hay una política de salida...

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