VIGÍA DE BOLSILLO / Dejarse robar

AutorSofía Orozco

Hace un par de semanas, llegando al súper de mi preferencia, me topé con dos policías cumpliendo con su deber. Llevaban retenido a un hombre de unos 48 años, estatura media, robusto, ligeramente canoso, cara larga y triste, manos esposadas. En un innecesario ajetreo, lo subieron cual ganado a la caja de la camioneta que llevaban por patrulla, y se alejaron, dejando al mundo igual de inseguro que siempre.

Me atrevo a asegurar que el hombre en cuestión habría robado un paquete de jamón, o una lata, o unos tenis baratos quizá; algún objeto menor que mitigara su hambre o su pobreza. No saben qué espectáculo más triste fue.

Hace apenas unos días, llegando al banco de mi preferencia, me topé con un ladrón cumpliendo con su autoimpuesto deber: portar un arma amenazante, amedrentar al próximo, despojarlo de sus pertenencias, huir. En un innecesario ajetreo, las patrullas llegaron apenas segundos después, para instalarse ahí a averiguar lo ocurrido. Ninguno de ellos intentó perseguir al ladrón, dejando al mundo igual de inseguro que siempre.

Me atrevo a decir que el hombre en cuestión, junto con sus cómplices, tomó grandes cantidades de efectivo, celulares, quizá relojes, que luego remató en unos cuantos pesos, mientras planeaba un nuevo atraco. No saben qué espectáculo más triste fue.

En estas dos historias, pocos quedaron felices.

Podríamos hablar del buen ladrón y el mal ladrón, del que roba por hambre y del que lo hace por costumbre; del que comete un robo incidental y del que lo premedita; del que va desarmado y es inofensivo y del que va dispuesto a matar.

Descritos así, a uno lo justificamos, a otro lo aborrecemos. Con gusto nos dejaríamos robar por uno y sin pensarlo mucho, desearíamos ver en la cárcel al otro.

No toca aquí hablar del origen de su comportamiento ni mucho menos del desempeño de los cuerpos policiacos. Hablamos de humanos, de personas, de conciudadanos con los que compartimos tiempo y lugar: los dos son distintos, pero a final de cuentas, los dos son ladrones.

Parto de esa extraña simpatía que uno de esos ladrones nos inspira, y del inmediato rechazo que el otro nos genera para hablar de políticos.

Si no, ¿cómo entender que el pasado 4 de junio, en el Estado de México, los electores votaron por el señor Del Mazo y su alianza (PRI, PVEM...

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