VIGÍA DE BOLSILLO / Maternidades

AutorSofía Orozco

Pues la vida sigue y ya estamos de nuevo en un 10 de mayo, viendo cómo el País entero se moviliza y se paraliza a la vez.

Festejar a la madre es, me atrevería a decir, el segundo detonante de la economía mexicana en cuanto a consumo interno: pasteles, flores, perfumes, joyas, ropa y toda clase de artilugios y, ¿por qué no?, ollas y licuadoras; además de comilonas con mole y arroz, y restaurantes colapsados desde las primeras horas para el desayuno, hasta la noche cuando el personal está cansado de servir órdenes equivocadas y recibir maltratos de clientes agotados de esperar mesa y que no llegue su bebida.

Seré muy aguafiestas, pero a final de cuentas esos festejos que muchas veces parecen forzados, obligatorios, o de requisito, son prácticamente eso: evasiones, pretextos; acaso catarsis de múltiples culpas, expiación de maltratos, reconocimiento efímero a la labor. No digo que no hay festejos auténticos y madrecitas queridas, claro que los hay: no es gratuito que en este mundo sean las mujeres, las madres, las que hacen que todo sobreviva.

Como madre en funciones, quisiera decir que nos tocó una época difícil para ser mamá, la peor: la exigencia de perfección, los hijos trofeo ultracompetitivos, la necesidad de "multitaskear", una vida social que valida un derecho a la diversión, y una situación económica difícil, aunada a una fantasía en la que el consumo lo resuelve todo; además de un sinfín de preocupaciones por la vulnerabilidad ante la violencia e inseguridad, el agobio por un futuro incierto revuelto entre pesadillas por escasez de agua, contaminación, terrorismo, migración, extinción de especies, nuevas y viejas enfermedades y pandemias, y calentamiento global.

¿Cómo se le hace? Si trabajas, aumenta diez puntos, si tienes personal de ayuda doméstico aumenta tres, si es de planta, aumenta cinco puntos. Si vas al gimnasio 10 puntos más. Si tomas algún diplomado agrega 5. No hay tiempo suficiente, ni energía posible, para además de todo dedicarse a la crianza, a educar, a acompañar a los hijos. Un juego extremo en el que el sentido de la vida se ve reducido al éxito y la aprobación ajena, en el que muchas mujeres dejan todo sin disfrute ni felicidad alguna.

Generaciones anteriores dirán que exageramos, que difícil era la maternidad entonces, sin métodos de control natal, sin vacunas, sin máquinas que lavan ropa, sin mamilas ni...

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