VIGÍA DE BOLSILLO / Mujeres sin miedo

AutorSofía Orozco

Hay cosas que nos aterran tanto que preferimos mejor ni nombrarlas.

Los miedos que nos acompañan son ancestrales: la oscuridad, los ruidos, las fuerzas extrañas; los de la infancia: la soledad, el abandono, los fantasmas, lo desconocido; los de la adolescencia: la maldad humana, el sufrimiento; los miedos adultos: el fracaso, el futuro, la incertidumbre. Los miedos todos que se reducen al miedo más primitivo: la subsistencia. La subsistencia propia y la de los de nuestra tribu.

Parecería que en nuestra fragilidad, si no nombramos el miedo, este ya no existe, lo conjuramos, desaparece.

En estos años azotados por los miedos, nuevos miedos rondan por nuestra cabeza: el miedo a la violencia en todas sus vertientes, y particularmente dos miedos terribles que hemos visto desbordarse ante una pasividad y un abandono de nuestras autoridades: el miedo a la violencia contra las mujeres, y el miedo a las desapariciones.

Como acto involutivo, cada vez se recrudecen más las acciones violentas de género, que atentan contra la dignidad y la vida. Niñas que aparecen en maletas abandonadas, adolescentes que salen a la calle y nadie las vuelve a ver, mujeres que alguien deja en una zanja luego de ser abusadas sexualmente y asesinadas con toda violencia, mujeres jóvenes que son víctimas de trata, mujeres a las que su ex pareja manda asesinar, mujeres que salían de su trabajo y desaparecen. Historias de miedo que se han hecho reales aunque no queramos nombrarlas. Violencias que empiezan con palabras, con irrespetos menores, violencias que un día son un "agarrón" en el transporte público, una discusión de "pareja", un asunto pasional, y al otro, un feminicidio. Violencias que siguen culpando a las víctimas por traer falda corta y "estar toda tatuada". Violencias que se traspapelan en un archivo oficial. Violencias que se enciman unas con otras cuando al denunciar se culpa a las víctimas por irse con el novio, abrir las piernas, andar de antro, beber alcohol, irse de fiesta, salir de noche, o simplemente, por confiar en el hombre al que eligieron como pareja.

Como acto involutivo, a pesar de los avances tecnológicos, de vivir en democracia, de las instituciones y un Estado "no fallido", parecería que ahora es más fácil desaparecer sin dejar huella. El otro miedo que no queremos nombrar es ese: si las mujeres desaparecen habitualmente por causas de violencia y trata, los hombres desaparecen también.

Según los más recientes registros, en Jalisco hay...

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