VIGÍA DE BOLSILLO / Ser oposición

AutorSofía Orozco

Ha pasado un año del gasolinazo del Peje, un gasolinazo que no se midió en pesos y centavos de incremento al precio, sino en ausencia en las ciudades: filas kilométricas de día y de noche, la espera de horas para cargar 20 litros de combustible, y las teorías conspirativas alrededor de la escasez quedarán en el recuerdo colectivo como uno de los sucesos apocalípticos con que comenzó el sexenio paradigmático de López Obrador como Presidente.

Hoy nos dicen que el huachicoleo ha disminuido en un 65 por ciento, y a pesar de un accidente espantoso en donde murieron en Hidalgo más de 100 personas, apenas la semana pasada la nota roja reportaba la detección de un ducto saqueado en las inmediaciones de Guadalajara.

Desde ahí se ganó nuestra atención a las mañaneras. Estar al pendiente de en cuántos días volvería a regularizarse el suministro, que cuáles eran las perspectivas de la lucha sin cuartel contra el huachicoleo y los resultados. Ahora, pasado el tiempo, pienso que la escasez de combustible fue su primera estrategia publicitaria para captar nuestra atención.

Una vez que nos tuvo sintonizando su estación cada mañana, se ha encargado de mantener a la audiencia entretenida con jocosos comentarios, larguísimas y pausadas reseñas, respuestas cargadas de improvisación, y discurso propio de un personaje como él: "Los otros no saben lo que yo sé, y quienes me critican no tienen argumentos, sólo lo hacen porque son mis detractores, fifís y oposición".

Curioso que el Presidente mencione "oposición", puesto que salvas excepciones, si algo ha brillado por su ausencia es ese ente multifórmico que normalmente solía existir en nuestra imperfecta democracia y que aglutinaba diversos grupos políticos, sociales, empresariales e intelectuales con la única misión de revisar, divergir, cuestionar, supervisar, evaluar y confrontar el actuar del gobierno en turno, su trabajo y sus decisiones. Esa oposición que hacía ruido sano en el ambiente, que servía de contrapeso y que eventualmente nos otorgaba una cabeza visible en la cual depositar nuestras esperanzas, hoy por hoy no ha agarrado forma.

El fenómeno es raro: quizá estemos ante el líder político que más antipatías ha generado en la historia moderna de México. Sin embargo, la mayoría de sus opositores, detractores, enemigos e incluso odiadores (haters) parecen acabar seducidos o extraviados por la línea que directa o indirectamente se marca desde Palacio Nacional.

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