VIGÍA DE BOLSILLO / Queda este año

AutorSofía Orozco

Parece que fue ayer, pero hace apenas unos 40 días y 40 noches no teníamos gasolina.

Pero como hoy ya tenemos, lo más sencillo sería olvidarnos del asunto y continuar con nuestras vidas imperfectas, en medio del imperfecto tráfico, usando nuestros imperfectos medios de transporte.

De aquellos aciagos días podemos recordar muchas lecciones, una de ellas, la más importante, era la de la perceptible mejora en la calidad del aire. Dicen que en Guadalajara hay un automóvil por cada 2 habitantes; si un 40 por ciento de esos automóviles no tiene gasolina, no circula, y si no circula, el planeta lo agradece de forma inmediata.

Otra de las lecciones recibidas, que no necesariamente ejecutadas, fue la de quienes deslizaron la remota posibilidad de que, a falta de autos con combustible, los ciudadanos utilizáramos el "transporte público": esa masa amorfa de chatarra y fierro retorcido, con pedal de aceleración en forma de pie, marimba llena de monedas y boletos de papel con los cuales formar un 21. Un viaje al pasado en donde los motores hacen temblar al vehículo, los amortiguadores son inexistentes, los frenos no son efectivos y los gases tóxicos emitidos no son regulados, y que además implica caminar, esperar y arriesgar.

Entre lo más moderno y seguro que tenemos está nuestro sistema de Tren Ligero, y considerando que la Línea 1 se inauguró en 1989, y la Línea 2 en 1994, entenderemos que vamos con bastante retraso.

Del BTR que pasa por la Calzada Independencia, nacido en el 2009, tampoco podemos presumir mucha modernidad, y menos cuando añejos conflictos con los concesionarios de rutas no han dejado de hacerle competencia.

Anclados en un sistema complejo hecho de parches, de acuerdos en lo oscurito, de irregularidades, de malos hábitos, de competencias desleales, de explotación, de sabor a metal oxidado, de desconsideración, de muerte, de abuso, nuestro "pulpo camionero" nos evoca todo, menos modernidad. Más que pulpo, tenemos un monstruo de miles de cabezas, incontrolable.

Y habrá que señalar que además nos cobra caro: 9 pesos con cincuenta centavos por viaje sencillo, en un mundo incierto: no sabes a qué hora arribará tu camión, a qué hora llegarás a tu destino, si habrá asiento, si estará limpio, o si al cobrarte a la antigüita, moneda en mano a cambio de un papelito que no te ampara por nada, acaso te devolverán el vuelto y no terminarás pagando 10.

Es tal el panorama, que lejos de ir con la tendencia de incrementar el uso del...

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