Vigía de Bolsillo / El regreso del huevo tibio

AutorSofía Orozco

Consecuencia ligada a los males de la era moderna y su premura, y por supuesto también ligada a la flojera y al consumo, el desayuno y el refrigerio -lonche para los tapatíos- han quedado sustituidos por dinero para comprar en la tiendita.

La historia no es nueva, desde hace años se ha ido cediendo terreno a la comodidad, a los prácticos envoltorios con bebidas y alimentos industrializados y/o de bajo contenido nutricional, y al libre albedrío influenciado por la sugerente publicidad.

El desordenado crecimiento de la Ciudad, las distancias y el tráfico también han sido factores decisivos en la ruptura del tradicional desayuno y la sana costumbre del lonche de jamón. Muchas familias tendrían que hacer sonar el despertador a las cuatro de la mañana para poder alistarse, desayunar como Dios manda, avituallar las loncheras de toda la tribu, alcanzar a dejar a los menores en la escuela y llegar a tiempo a trabajar.

Hace tiempo que el atolito de masa cedió su lugar al chocomilk con huevo, y hace tiempo que a éste lo sustituyó una leche saborizada que, tal cual dice su publicidad: "les encanta a los niños porque sabe delicioso y además se puede llevar a cualquier parte", en su práctico envase tetrapack.

Para alivio de los menores que por esa causa eran destinatarios de crueles e incisivas burlas, el lonche de huevo con chorizo, el pan con nata y el birote con frijoles y quesito fresco han caído en desuso. Lo de hoy son las sopas instantáneas, las frituras, el cereal de colores y, si acaso, un snack de algo con sabor a carne o queso; eso sí, todo adicionado con vitaminas y hierro, faltaba más.

La industria alimenticia y las tienditas escolares llevan parte de culpa; se preocupan por ofrecer cosas de bajo costo de producción, pero con buen sabor y amplio margen de utilidad. Pastelitos que son bombas de azúcar, en los que el supuesto chocolate es una inidentificable grasa oscura; frituras saladísimas que bien pueden saber a pizza o a chile verde; embutidos de dudosa composición; golosinas en complicados empaques plásticos y bebidas que sólo llevan fruta en el dibujo de la etiqueta. En resumen, antojitos que deberían ser deslices de ocasión remota y no el pan nuestro de cada día.

Si usted es un adulto que goza con la comida chatarra y acepta su grasa corporal, nadie podrá disuadirlo de hacer lo contrario. Pero tratándose de un menor, ¿quién tiene la responsabilidad?

¿Cómo se comportará un educando que es dejado hambriento, en un espacio cerrado, con...

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