VIGÍA DE BOLSILLO / Sacarle la vuelta

AutorSofía Orozco

Unos meses atrás, un grupo diverso de ciudadanos emprendió una acción simbólica y valiente; no la única que se han visto en la necesidad de llevar a cabo ante las ausencias de la autoridad, pero sí la que los pudo poner en el centro de la visibilización y la discusión o, para ser precisos, debería haberlos puesto, aunque eso no sucedió.

En la confluencia de las avenidas Niños Héroes y Chapultepec, justamente en la Glorieta, donde lo mismo los alumnos de la academia de kung fu hacen el baile del dragón, los aficionados celebran las victorias del Atlas, los corredores se ejercitan, o se toma de escenario para conciertos públicos; allí, en ese lugar tan visible, decidieron hace casi un año renombrar un monumento típico que exalta los valores añejos de la Patria ("niños" dando la vida por ella) como "La glorieta de las y los desaparecidos".

Renombrarla, rebautizarla, darle valor de monumento al desastre y la tragedia de estos últimos años y días: las y los desaparecidos que no dan la vida por ninguna Patria, sino que la Patria se las arrebata: favorece, participa, permite y omite.

Y no vale hacerse el loco: una enorme manta blanca con letras negras ya a medio colgar aún permanece rodeando el sitio para recordárnoslo. A ella se le han ido uniendo montones, dolorosas, tristes, otras lonas con datos, nombres, fechas, deseos, situaciones e imágenes: fotos con caras de personas a las que es difícil sostenerles la mirada. No ver para no imaginar. No ver para no sentir.

Lo más difícil ha sido tomar esa ruta cuando no vas solo: visitas de amigos y familia, extranjeros que vienen por negocio, niñas y niños. Apenas tomar la curva y se hace un silencio incómodo que invariablemente se rompe con una pregunta ¿por qué?, ¿qué les pasó?, ¿y nadie hace nada?

Cómo explicarle a un niño pequeño que el mundo real es mil veces más inseguro y peligroso que el peor escenario de un cuento de terror. Cómo explicarle a un extranjero que aquí las personas desaparecen como si tal cosa y no las busca la autoridad, sino los familiares y amigos. Cómo explicarles que por el contrario, la autoridad está rebasada, rentando cajas refrigeradas como cementerios temporales, e incinerando cuerpos sin identificar.

El único remedio para la conciencia sería evitar esa ruta. Tomar calles alternas, cerrar los ojos. Hablar mejor de baches, de tráfico, de fallas en los semáforos y de contaminación. Quejarse de la contratación de un crédito, de las carreteras sobre pedido, del...

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