VIGÍA DE BOLSILLO / Serenidad y prudencia

AutorSofía Orozco

Cual videntes y echadores de cartas, el jefe de la Policía de Guadalajara y el Secretario de Gobierno del Estado, después del primer bloqueo con tintes terroristas, nos pintaron un panorama nada halagador: viene lo peor, dijo el primero; y el segundo aconsejó mantenerse con serenidad y prudencia.

Entre tanto sabio consejo sólo faltó que nos dijeran que una persona de tez morena que nos envidia y nos desea toda clase de males trataría de hacernos la vida imposible y que por si las dudas, nos fabricarían un amuleto.

Lo peor no se hizo esperar, el pasado 1 de febrero, día del Cuarto Informe de Gobierno de "Emilio el Presidenciable", la zona metropolitana se convirtió en escenario de mala película de acción. Siete distintos puntos de la Ciudad fueron tomados por grupos delictivos que detonaron armas y provocaron incendios, sin que las autoridades policíacas pudieran hacer algo al respecto.

Hubo cinco aprehensiones posteriores, al parecer hechas al "ahí se va", pues tres menores fueron puestos en libertad porque demostraron que la gasolina que les imputaban como arma homicida la utilizaban para rellenar el tanque de su tsurito de vieja añada, y los otros dos, éstos adultos, dejaron el encierro bajo fianza ya que no se les pudo relacionar con los bloqueos.

Yo, que siempre me topo con alguna patrulla con sirena abierta y a toda velocidad por casi cualquier cruce de la Ciudad, me pregunto si en, por ejemplo, Lázaro Cárdenas y Lorenzana, no había al menos una disponible a eso de las 20:30 horas de aquel día, haciendo casualmente su rutinario rondín. Todo parece indicar que no, y que si estaba por ahí, actuó con la misma "serenidad y prudencia" que el nuevo gurú de la meditación del Gobierno del Estado recomienda al grueso de la población: mantener la calma, tratar de ponerse a salvo sin hacer movimientos bruscos y, por supuesto, ni siquiera mirar al agresor.

Es entendible que escaseen los héroes y los súper policías; arriesgar la vida por un sueldo de hambre, un prestigio casi acabado y un honor que siempre queda en entredicho, no vale la pena. Siempre será mejor escudarse en la descoordinación policíaca, en la trilladísima competencia del orden federal, estatal y municipal, y en la falta de infraestructura, equipo y labores de inteligencia, todas ellas...

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