Visión Mundial / Aniversarios alemanes

AutorGabriel Guerra Castellanos

La embajada de Alemania Federal en Praga se volvió el símbolo de la libertad que tantos habían añorado durante tanto tiempo, y las imágenes de los que huían así como de los que por centenares de miles se manifestaban en las calles de la RDA, evidenciaron las carencias históricas de un régimen que se negaba a reconocerlas.

Los acelerados acontecimientos de 1989 tuvieron un impacto difícil de imaginar apenas poco tiempo antes. Si bien la apertura promovida en el mundo socialista por Mijail Gorbachov daba sus primeros frutos aquí y allá, el de Alemania Oriental era visto como el más sólido, eficiente y estable de los regímenes detrás de la Cortina de Hierro.

Apenas unos meses sobrevivió a la masiva condena de sus propios ciudadanos. En octubre de 1990 se festejaba por doquier la largamente anhelada reunificación, meta de la República Federal de Alemania por más de cuatro décadas, ilusión clandestina de muchos en la RDA durante ese mismo lapso.

El entonces jefe de gobierno, Helmut Kohl, tuvo la vision y el sentido de Estado para abalanzarse sobre la oportunidad histórica que se le presentaba.

Difícilmente se daría de nuevo una constelación similar: una Unión Soviética debilitada y al mismo tiempo dispuesta promotora de la apertura; vecinos y socios como Francia y Gran Bretaña, menos recelosos del papel alemán en Europa; una Alemania Federal firmemente anclada en la comunidad y en el ánimo continental y, finalmente, un presidente estadounidense conocedor de la geopolítica, consciente también de que esas circunstancias difícilmente se repetirían.

Nadie, por supuesto, cuestionó la unificación. Por el contrario, las escenas de júbilo se multiplicaban, pero al poco tiempo se vieron las primeras señales de que no sería un proceso exento de fricciones y dificultades.

Las hordas de germano-orientales que cruzaban "al otro lado" empezaron a irritar a sus antes entusiastas anfitriones.

El romanticismo de sus automóviles Trabant (con motor de dos tiempos) pronto se convirtió en molestia por su lentitud y por el ruido y contaminación que generaban.

Como en toda fiesta, los invitados empezaban a quedarse hasta agotar su bienvenida.

Más allá de lo anecdótico, surgieron otros problemas, el mayor de los cuales tuvo que ver con la unificación monetaria, que reconoció un valor artificial y absurdamente alto a la moneda oriental.

Además, pronto se evidenció que el costo de absorber a una sociedad y una economía que no estaban preparadas para la competencia sería...

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