¡Es Puma! / Cámaras y recámaras

AutorGermán Dehesa

La omnipresente mafia. En México, la complicidad colectiva está en todas partes.

Tú me tapas, yo te tapo, todos nos tapamos. Si me destapan, rajo. Esta es la única ley: como todos hemos faltado a la ley, no hay más ley que protegernos todos y que nadie raje.

Y la conclusión se quiere poner digna y dice: la ropa sucia se lava en casa. Mientras tanto, al pueblo, a la gente, a los ciudadanos recién llegados, se nos asigna el deslucido papel de espectadores que, bien a bien, no entienden, ni entenderán, la obra.

Sólo así se explica que tantos compatriotas se escandalicen y supongan que la cancelación del desafuero del intachable caballero Aldana fue algo inusitado e impredecible.

Así tenían que ser las cosas. Los peores y más fuertes intereses del País (son los mismos) decretaron que había que proteger a ese sospechoso e insignificante funcionarito que, en su momento, no podía no haberse enterado de que en su caja faltaban 500 millones de pesos.

Lo de menos era que lo juzgaran. Lo grave es que sabía quiénes eran los beneficiarios de ese saqueo. Entonces: señores, en esta cámara no ha pasado nada. Y así fue. No pasó nada.

Para los efectos de esta columna, lo reseñado hasta aquí funge exclusivamente como un ejemplo de cómo se cocina la grilla. Ya supondrán que cosas así no ocurren únicamente en el Poder Legislativo, sino, como lo comentábamos la semana pasada, en cualquier lugar donde se concentre, se ejerza, se ordeñe algún poder grande o pequeño. La ley de todos nos tapamos a todos tiene vigencia nacional.

Desde este ángulo no es difícil entender lo que ocurre en la Femexfut y en la Comisión Nacional que rige, Codesal mediante, el desempeño de los árbitros. Tarde se les hizo para decir: Ramos Rizo ya fue notificado de su benévolo castigo, ya quedó en cumplirlo y aquí no ha pasado nada.

Por supuesto que ha pasado mucho y que el balconeo ha sido intenso: con unas cuantas excepciones, todos han enseñado el plumero. Como decía mi abuela: mientras más te agachas, más se te ve.

Pues eso. Se han exhibido como organismos colegiados y como individuos. El coro de silbantes que entonaba las alabanzas de Codesal nos hablaba de lo peor de los mexicanos: el chambismo, la sumisión, la concepción caciquil, autoritaria y vertical del poder, la urgencia de no meterse en problemas, de no involucrarse, de no comprometerse y la disposición a dejar de lado cualquier ética u honra personal.

Que nadie se meta, porque todos sabemos y porque aquí espantan. Hasta ternura...

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