¡Pobre Alfie!

AutorHugo Hernández

Pobre Alfie. Elegantemente vestido con ropa-de-diseñador-comprada-en-promoción, ha hecho de nosotros sus confidentes, y entonces nos comenta lo que pasa por su cerebrito: peor para nosotros. Porque con el pretexto de un humor desvelado del que sólo escuchamos destellos, nos engaña, y desde el principio; y se engaña, qué caray. Porque nos hace creer que es un junior a carta cabal y resulta que es un chofer de limusinas. Veloz en su Vespa, seductor irresistible en la flor de su edad, capaz de escoger a placer y para el placer a todas las chicas de Manhattan ("an English man in New York", cantaría Sting). Que si las clientas que viajan en su mortuorio vehículo, o las que "levanta" en su ruta, que si la "novia", informal para él, formal según ella. Es el ideal del hombre (casado): libre y sin compromisos, con la posibilidad de elegir bellas mujeres capaces "de parar el tráfico" (y algo más, por ende), con la facilidad de botarlas tan pronto amenazan con instalarse. Pobre Alfie, sí: que le tiene pavor al compromiso, a los sentimientos consecuentes. Hombre al fin...

Pobre Alfie, que hasta sufre disfunción eréctil producida por el estrés, resultado del posible compromiso o el seguro rompimiento de la novia informal-formal. Impotente, hace votos para reformarse. Pero se engaña de nuevo, y de pasada a nosotros. Porque apenas en forma, busca escalar "posiciones sociales": se involucra entonces con una ninfómana empresaria, que aunque bien conservada seguramente le dobla la edad. Y que lo despacha más...

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